“No se aceptan devoluciones (ni con recibo)”
En un giro más digno de un episodio de Black Mirror Centroamericano, el presidente Nayib Bukele ha anunciado que El Salvador no devolverá al ciudadano Kilmar Armando Ábrego García, deportado por error desde Estados Unidos durante la administración de Donald Trump.
“Lo sentimos, pero el paquete fue entregado, sin opción de reembolso ni cambio. No somos Amazon, somos El Salvador”, declaró Bukele mientras ajustaba su gorra negra y revisaba su feed de TikTok.
Ábrego, quien en realidad es residente legal en Maryland, fue deportado en 2020 tras lo que las autoridades estadounidenses calificaron como un “malentendido administrativo” (tradúzcase: se equivocaron de salvadoreño). Una vez aterrizado, fue directo al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), porque claro, ¿qué mejor manera de resolver un error que encerrarlo en una megacárcel con verdaderos criminales?
La Corte Suprema de EE. UU., en una jugada tardía pero elegante, ordenó que se facilitara el regreso de Ábrego. Sin embargo, Bukele se mantuvo firme:
“¿Devolver a un terrorista? ¡Jamás! Aunque no hay pruebas… el algoritmo no se equivoca. O al menos, se equivoca menos que los humanos.”
Entre tanto, Trump aplaudió la decisión y tuiteó desde su red social:
“Kilmar quién? ¡Buen trabajo, Nayib! ¡Depórtenlos a todos! Aunque sea por error. Los errores forjan el carácter.
La familia de Ábrego, mientras tanto, sigue esperando su regreso en Maryland. Su esposa ha declarado:
“Es absurdo. Kilmar no tiene antecedentes, ni multas de tránsito. Lo más violento que ha hecho es armar muebles de IKEA sin instrucciones.”
Fuentes cercanas al Palacio Nacional aseguran que Bukele ha sugerido ofrecerle a Kilmar un “nuevo comienzo” como embajador de reeducación digital o instructor de yoga en el CECOT, según su conducta.
Organismos de derechos humanos han levantado la ceja y ambas manos ante el caso, advirtiendo que podría sentar un peligroso precedente: el de “exportar ciudadanos por confusión y negarse a admitir el error”. O, como se conoce localmente: “una martes cualquiera”.
🧠 Conclusión satírica:
El caso de Kilmar Ábrego es la representación viva de lo que ocurre cuando los sistemas migratorios se cruzan con la burocracia, el autoritarismo y el ego digital. Lo más aterrador no es el error… sino que nadie quiere repararlo.