Trump, la paz y el Nobel que nunca llega

Washington, D.C. — En una noche cualquiera de campaña, con luces cegadoras y un mar de gorras rojas ondeando como si fueran banderas de una nación paralela, Donald J. Trump volvió a hacer lo que mejor sabe: convertir la política en espectáculo. Pero esta vez, el presidente no habló de muros ni de elecciones “amañadas”. No. Su objetivo estaba a miles de kilómetros de distancia, en un elegante edificio de Oslo: el Comité Nobel.

“¡Me lo merezco, y ustedes lo saben! Pero nunca me lo darán porque no soy liberal”, tronó Trump, mientras el público respondía con vítores y aplausos que parecían corear la palabra “Nobel” como si fuera un nuevo eslogan de campaña.

Trump, quien se autoproclama el presidente más exitoso de la historia moderna —posiblemente de la humanidad—, no perdió la oportunidad de repasar su lista de supuestos logros diplomáticos. El más destacado: su relación con Kim Jong-un, el líder norcoreano a quien describe con la misma pasión con la que otros recuerdan un amor de verano.
“Kim me escribió cartas hermosas, las mejores cartas. Nadie en la historia ha recibido cartas tan bellas. ¡Eso es paz mundial!”, proclamó, elevando las misivas casi a la categoría de tratados históricos.

El presidente no dejó pasar la oportunidad de lanzar un dardo envenenado a Barack Obama, recordando que su predecesor recibió el Premio Nobel de la Paz apenas meses después de asumir el cargo.
“Obama no hizo absolutamente nada. Nada. Y se lo dieron igual. Yo he hecho mucho más, pero, claro, como no soy liberal, me dejan fuera. ¡Una injusticia total!”, dijo, mientras el público asentía como si acabara de escuchar la revelación de un profeta.

Mientras tanto, el Comité Nobel se ha mantenido en un silencio sepulcral, probablemente más interesado en la paz mundial que en la última queja presidencial. Fuentes cercanas aseguran que, de tener que otorgar un premio este año, sería a la persona que logre silenciar las notificaciones de las redes sociales.

En las redes, la discusión ya es un campo de batalla. Sus seguidores piden justicia y aseguran que Trump ha “revolucionado la diplomacia global”. Sus críticos, en cambio, sugieren que quizá el presidente sí merece un Nobel, pero de Literatura, por su incansable talento para la ficción política.

Mientras tanto, Trump continúa su cruzada dorada, convencido de que, algún día, la historia reconocerá su genio visionario. Y si no, siempre queda la posibilidad de crear su propio premio, quizá con su rostro grabado en oro macizo y un lema grabado en letras brillantes: “Make Peace Great Again”.