Islandia, uno de los pocos países que aún permitía la caza comercial de ballenas, ha anunciado que no habrá caza de cetáceos en 2025. La noticia ha sido recibida como una victoria por organizaciones ambientalistas, quienes han bautizado la decisión como “el principio del fin” de una práctica cada vez más rechazada por la comunidad internacional.
La ministra de Pesca y Alimentación, Svandís Svavarsdóttir, confirmó la medida, citando razones tanto éticas como económicas. En 2023 ya se había impuesto una suspensión temporal debido a preocupaciones sobre el bienestar animal, tras un informe que mostraba que muchas ballenas tardaban hasta una hora en morir tras ser arponeadas. Una hora. En pleno siglo XXI. Ni en películas de terror duran tanto las escenas dramáticas.
El fin de una industria que ya no flota
Durante décadas, Islandia defendió la caza de ballenas como parte de su tradición y economía. Pero la verdad es que el consumo de carne de ballena ha caído en picado incluso entre los propios islandeses. Según encuestas recientes, más del 80% de la población ya no apoya esta práctica. Las nuevas generaciones la ven como algo obsoleto, más propio de museos que de menús.
Y mientras la demanda cae, los números no mienten: en 2023 solo una empresa, Hvalur hf., estaba activa en este rubro, y ha enfrentado múltiples críticas, investigaciones y bloqueos comerciales. La rentabilidad se ha hundido más rápido que un iceberg frente al Titanic.
¿Un gesto ecológico o una jugada política?
La suspensión también debe leerse dentro del contexto global. Islandia, que depende en gran parte del turismo (mucho de él ecológico), no puede permitirse la mala prensa de ser el último cazador de ballenas del norte. Y menos cuando las fotos de turistas abrazando ballenas en avistamientos pacíficos generan más ingresos que las exportaciones de carne a Japón.
Este movimiento, aunque positivo, no es aún una prohibición permanente. El gobierno ha dicho que revisará la situación cada año. Así que más que un punto final, estamos ante un punto y coma. Pero un importante.
Opinión: Mejor tarde que nunca
En un mundo que lidia con crisis climáticas, pérdida de biodiversidad y océanos saturados de plástico, eliminar una práctica cruel, innecesaria y poco rentable como la caza de ballenas es más que una victoria simbólica: es una señal de que estamos, finalmente, escuchando al planeta.
Islandia tiene la oportunidad de ser un ejemplo: el país que supo decir basta, aunque tarde. Si este es el principio del fin, que sea el principio de algo mejor: más turismo responsable, más conservación, y menos arpones.