Una novela sobre el fin del mundo… pero sin bombas ni zombis, solo gente que no ve.
No hay que perder la vista para quedarse ciego. A veces basta con mirar para otro lado. Eso parece decirnos José Saramago en Ensayo sobre la ceguera, una obra que no solo se lee: se respira, se tropieza, se tambalea. Y, sí, a veces hasta se odia (pero como se odia al que te dice la verdad).
Este libro nos lanza a una epidemia de ceguera blanca —sí, blanca, como leche podrida— que convierte a la sociedad en un lodazal moral donde reina la brutalidad, la desesperación… y un perrito de lágrimas (sí, eso también). En esta oscuridad luminosa, solo una mujer conserva la vista. Pero no te emociones: aquí no hay heroínas con capa ni finales para Instagram.
¿Por qué leerlo?
- Porque Saramago escribe como si las comas fueran opcionales, y aun así logra que te tragues 300 páginas sin quejarte (demasiado).
- Porque es uno de esos libros que te sacuden la conciencia sin darte sermones.
- Porque después de leerlo, verás a los gobiernos, a los hospitales, y al prójimo de forma distinta. Y no necesariamente mejor.
Ideal para…
- Leer cuando el mundo parece desmoronarse (o sea, casi siempre).
- Debatir con amigos intelectuales o fingir que lo eres.
- Regalar a alguien que dice que «ya no hay literatura con mensaje».
El Literato dice:
«No es una historia de ciegos. Es una historia de cómo los que ven el horror a menudo prefieren cerrar los ojos. Y eso, querido lector, se parece mucho a la realidad.»