Maduro y sus misiles de juguete: la nueva “defensa obrera”

Nicolás Maduro ha decidido demostrarle al mundo que Venezuela es potencia, pero en ridículo. Ante la presencia de destructores de EE. UU. cerca de sus costas, el mandatario bolivariano anunció su plan maestro: entregar fusiles a la clase obrera y prometer misiles “made in socialismo”.

Según Maduro, mientras los gringos traen portaaviones, él moviliza obreros con casco y machete para defender la patria. Porque, claro, nada intimida más a la Marina estadounidense que un empleado de la estatal eléctrica con un fusil oxidado en la mano y un uniforme de hace 30 años.

El show no quedó ahí. El líder venezolano aseguró que su país producirá misiles, antimisiles, drones y antidrones. Nadie sabe con qué tecnología, aunque algunos sospechan que el plan secreto consiste en lanzar arepas rellenas de dinamita o convertir los autobuses del transporte público en cohetes intercontinentales.

Mientras tanto, la oposición se pregunta si también reactivará la legendaria milicia de panaderos, capaces de hornear granadas de masa madre, o si armará a los barberos para combatir con tijeras nucleares. Todo es posible en el reino bolivariano de la improvisación.

La estrategia de Maduro parece clara: si no puede intimidar con poder militar real, lo hará con una coreografía de milicianos obreros marchando al ritmo de tambores patrióticos y discursos de ocho horas. Porque, en su lógica, el pueblo armado con fusiles viejos es más fuerte que un destructor estadounidense con misiles Tomahawk.

En el fondo, lo que queda en evidencia es la cobardía disfrazada de bravura: esconderse detrás de obreros y campesinos, entregándoles armas mientras él se protege en el Palacio de Miraflores. Como siempre, el costo lo pagará la gente común, esa que apenas gana para un kilo de arroz pero ahora debe entrenarse para “defender la patria” contra el imperio.

Así, Venezuela entra en la historia como el primer país en pretender detener a la mayor potencia militar del planeta con fusiles prestados y discursos reciclados. Y mientras Maduro grita que “nadie se meta con Venezuela”, el mundo se ríe a carcajadas de su circo militar, salvo sus milicianos, claro, que no pueden reír mucho porque tienen que cargar el fusil y el almuerzo al mismo tiempo.