Mientras Donald Trump sigue aferrado a su podium como un niño a su peluche favorito, el resto del mundo comienza a demostrar señales inequívocas de un fenómeno clínicamente interesante: la Trump-fatiga aguda. Ya no se trata solo de oponerse a sus ideas, sino de una alergia emocional, visual y hasta auditiva al exmandatario estadounidense. Desde Europa hasta América Latina, pasando por Oceanía y alguna que otra isla perdida en el Pacífico, el ánimo anti-Trump parece haberse institucionalizado como una forma legítima de salud mental.
1. Europa le da el “sí” a la OTAN y el “no, gracias” a Trump
Trump ha amenazado (otra vez) con salirse de la OTAN si vuelve a la Casa Blanca. En respuesta, varios países europeos han hecho lo impensable: invertir realmente en defensa. Lo cual, irónicamente, era lo que él pedía… pero sin que él regrese. “Preferimos gastar millones en tanques antes que soportar sus discursos por otros cuatro años”, habría dicho un diplomático alemán tras bambalinas.
2. América Latina revive el antiimperialismo, versión reality show
Países como México, Argentina y Colombia han encontrado una nueva razón para unirse: rechazar la idea de que Trump vuelva al poder. El populismo de derecha ya no tiene el mismo brillo en una región que ha tenido suficientes “caudillos con peluquín”. Como escribió un columnista argentino: “Trump es como el dulce de leche vencido: alguna vez nos dio curiosidad, pero ahora solo da náuseas”.
3. Canadá se defiende con diplomacia y sarcasmo
Mark Carney, el flamante primer ministro canadiense, ha dejado clara su postura al estilo británico: con elegante desdén. En su primer encuentro con Trump (quien, por supuesto, sugirió que Canadá sería un gran 51.º estado), Carney respondió: “Canadá no está en venta, pero quizás le vendamos un poco de dignidad si le hace falta.” Punto para Canadá.
¿Por qué importa esta Trump-fatiga internacional?
Porque el resto del mundo tiene votos simbólicos —y no tan simbólicos— en lo que respecta al liderazgo global. Lo que antes era miedo, ahora es burla. Lo que antes era fascinación, hoy es parodia. Si los comicios estadounidenses fueran internacionales, Trump perdería hasta en Florida… la de Uruguay.
Así, entre memes, caricaturas, diplomacia envenenada y editoriales incendiarios, el planeta parece haber decidido que ya tuvo suficiente de la era Trump. El único problema es que la decisión final la tienen los votantes estadounidenses. Que Dios, la Constitución o al menos TikTok se apiaden del mundo.