Charles Bukowski y el poema que predijo nuestra vida digital antes de que existiera

Cuando Charles Bukowski escribía, lo hacía con una botella en una mano y una verdad brutal en la otra. Poeta maldito, cronista de lo marginal, de los bares y la tristeza envuelta en humo de cigarro, su obra jamás tuvo intenciones proféticas. Y sin embargo, como si hubiese tenido acceso a una bola de cristal, uno de sus poemas en The Continual Condition parece haber anticipado las redes sociales con una precisión casi aterradora.

“Llegará un día en que los niños de tres años tendrán ordenadores,
y todos sabrán todo sobre todos
mucho antes de conocerse…”

Con ese tono seco, casi de resignación lúcida, Bukowski describió —sin saberlo— el tejido social de Instagram, Facebook y TikTok: la vida mostrada al detalle, la intimidad expuesta en formato de story, la conexión superficial con desconocidos antes que el verdadero encuentro con uno mismo.

El viejo indecente que nunca se calló

Bukowski (1920–1994) fue el poeta de lo ordinario, de lo sucio, de lo inútil y lo glorioso. Jamás intentó ser ejemplo de nada, y sin embargo, se volvió una voz necesaria para quienes no encajaban. Su estilo era crudo, directo, sin adornos innecesarios ni metáforas decorativas. Como quien escupe verdades sobre una hoja.

Vivió entre empleos miserables, pensiones de mala muerte y borracheras sin épica. Pero en medio del caos, escribió. Y mucho. Su poesía no hablaba de castillos ni lunas perfectas, sino de hombres rotos, mujeres que se iban, gatos que lo salvaban y del horror cotidiano de la humanidad.

El visionario sin quererlo

Lo inquietante del poema no es solo su frase, sino el contexto. Bukowski vivió mucho antes del auge digital. Murió cuando los ordenadores aún eran artefactos con pantallas verdes, y la idea de redes sociales era tan remota como que él fuera trending topic.

Y sin embargo, ahí está: la frase, el presagio, la observación aguda de una humanidad cada vez más conectada, pero menos presente.
No lo dijo para darnos un consejo. Lo dijo porque lo veía venir, como quien detecta una mancha en la pared antes del derrumbe.

Conclusión

Bukowski jamás habría sido influencer. Habría despreciado los likes, ignorado los reels y quizás enviado un poema como comentario pasivo-agresivo.
Pero nos dejó un espejo sucio pero certero de lo que somos y lo que venimos siendo: seres ansiosos por mostrarnos, pero cada vez más lejanos de conocernos.