«Poor Things”: la criatura más libre de todas

En un mundo saturado de historias recicladas y secuelas predecibles, Poor Things, dirigida por Yorgos Lanthimos y protagonizada por Emma Stone, irrumpe como un delirio visual y narrativo que desafía las convenciones del cine moderno. Basada en la novela homónima de Alasdair Gray, la película es una reinvención gótica y feminista del mito de Frankenstein, pero con un giro profundamente subversivo.

Stone interpreta a Bella Baxter, una mujer revivida por el excéntrico doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe), que parte su existencia con una mente infantil en el cuerpo de una adulta. A partir de allí, Poor Things traza una evolución asombrosa: Bella no solo aprende a hablar y caminar, sino que explora el mundo con una libertad brutal —desde el deseo sexual hasta la autodeterminación— como si estuviera reescribiendo el concepto de humanidad desde cero.

El relato es provocador desde su premisa, pero lo que realmente eleva a la película es su estilo. Lanthimos, conocido por cintas como The Lobster y The Favourite, se supera a sí mismo con una puesta en escena barroca, de colores saturados, lentes angulares y escenarios que parecen salidos de un sueño (o pesadilla) steampunk. La estética no solo embellece, sino que narra: el mundo que rodea a Bella es tan artificial como las reglas que intenta romper.

Emma Stone ofrece una de las actuaciones más complejas de su carrera. Bella es inocente pero feroz, curiosa y desobediente, dulce y salvaje. Su transformación a lo largo de la historia es magnética, y Lanthimos le da espacio para brillar en cada matiz, desde lo grotesco hasta lo sublime. No es casual que haya ganado el Oscar a Mejor Actriz por este papel: pocas veces se ha visto un personaje tan radicalmente empoderado sin caer en clichés.

Desde el entretenimiento, Poor Things puede parecer excéntrica o incluso desconcertante. No es una película ligera ni cómoda. Pero ese es su mayor logro: obliga al espectador a cuestionarse ideas arraigadas sobre el cuerpo, el poder, el género y la libertad. Y lo hace con humor negro, erotismo, filosofía y una buena dosis de absurdo.

También hay que destacar el elenco de apoyo: Dafoe está impecable como el científico demiurgo con rostro desfigurado pero alma tierna; Mark Ruffalo, en un giro hilarante, interpreta a un libertino que cree tener el control, solo para ser desenmascarado por la fuerza arrolladora de Bella.

Poor Things no es solo una película: es una experiencia sensorial y emocional. Desafía los géneros, las expectativas y los discursos fáciles. En un mercado donde la originalidad escasea, esta obra se impone como un acto de rebeldía artística. No es para todos, pero precisamente por eso es indispensable.