En el vasto y siempre impredecible escenario de la política peruana, ha emergido una figura que, contra todo pronóstico y sin haber ganado ni un premio consuelo en la rifa de la popularidad, ha logrado mantenerse en el sillón presidencial: Dina Boluarte, también conocida como la “Señora del Tiempo”. ¿Por qué? Porque si algo tiene bien medido Dina, es la hora exacta… aunque el país entero siga sin saber cuándo acabará la crisis.
De humilde servidora del pueblo a flamante coleccionista de relojes de lujo, el ascenso de Boluarte es digno de un guion de Netflix: una historia de intriga, giros inesperados y, por supuesto, accesorios de alta gama. Dicen que el poder es un reloj que siempre está corriendo… pero Dina, al parecer, se aseguró de tener varios en la muñeca para no perder ni un segundo.
En los discursos oficiales, se presenta como la “madre del Perú”, pero muchos ya la llaman la “madrastra del sur”, por ese pequeño detalle de los muertos en las protestas. Nada grave, dicen sus voceros; cosas que pasan cuando uno defiende la democracia con balas y toques de queda. “¿Qué son unos cuantos fallecidos cuando está en juego la gobernabilidad?”, se preguntan mientras firman resoluciones con la misma soltura con la que Dina elige cuál reloj combinar con su atuendo.
Por supuesto, la presidenta insiste en que ella gobierna con las manos limpias. Aunque con tantos relojes en las muñecas, a veces es difícil ver si hay algo debajo.
Su gira internacional fue todo un éxito… para las agencias de turismo de lujo. Se paseó por Europa como si fuera la reina Inca resucitada, mientras en Perú los hospitales colapsaban y el costo de vida subía como globo en fiesta infantil. Pero, eso sí, donde iba, llevaba bien puesta la banda presidencial y uno que otro accesorio que brillaba más que su legitimidad.
A veces, cuando la situación se pone difícil, Dina convoca a conferencias de prensa donde repite el mismo discurso: “Yo no maté a nadie”. Y los peruanos, incrédulos, revisan los titulares para confirmar si la declaración es sobre política o sobre algún nuevo reality show de crimen y misterio.
Algunos todavía tienen fe de que algo cambie. Otros, más realistas, miran el reloj… y ven que queda mucho tiempo antes de las próximas elecciones. Dina, en cambio, solo mira sus propios relojes. Tiene tiempo de sobra, mientras el Perú sigue esperando que, al menos una vez, mire a la gente.